Guandacol, librada a su suerte


Guandacol, 29 de enero de 2008. Las luces de Gualcamayo, el emprendimiento minero que extrae oro y otros metales en San Juan, pegado al límite riojano, iluminan las noches guandacolinas como un incendio azul en medio de la montaña. Las camionetas van y vienen durante todo el día, atropellando a su paso la dignidad de un pueblo centenario. Cielo Abierto se proyectó en el Club Independiente, justo al lado de la casa donde se crió y vivió, el mítico caudillo Felipe Varela. Ironías del destino, muy pocos conocen su historia.
En medio de amenazas de tormenta, con fuerte viento y el aguacero pendiendo de un hilo, la gente ocupó las más de cien sillas que se habían dispuesto en el club, a cielo abierto, desafiando a la naturaleza. Guandacol estaba aislada, las crecientes de los ríos, especialmente el río Guandacol, habían cortado el paso de la Ruta 40 y no se podía entrar ni salir del pueblo. El paso se habilitaba por horas hasta que una nueva creciente, aún más fuerte que las anteriores, volvía a tapar los caminos de lodo. El día de la proyección, una camioneta 4x4 de una empresa que trabaja para la minera, con cuatro personas, fue arrastrada por la creciente falleciendo uno de sus integrantes.
Guandacol tiene cerca de 4 mil habitantes, la mayoría de los jóvenes emigra o vive de los planes sociales. Los mayores, que todavía pueden recordar lo que era vivir del trabajo de la tierra o del propio esfuerzo, están resignados. Muchos de esos mayores, aunque tienen hijos desperdigados por la provincia y el país, jamás salieron de Guandacol, no conocen la capital de la provincia y sólo fueron por cuestiones “de médicos” a Villa Unión o a Jáchal. El día de la proyección, una señora estaba muy afligida frente a la municipalidad. Venía de Mendoza donde había ido a visitar unos parientes. Vive en Las Cuevas, a varios kilómetros al Oeste de Guandacol, pasando El Zapallar (donde esta la camioneta que “donó” alguna vez Cecilia Bolocco). “El río pasa por el lado de la casa y no se que habrá sido de mi familia”, dice la mujer. En la casa, viven 14 personas, la mayoría niños. (Uno de sus hijos vive con su mujer y siete niños pequeños). Para poder llegar hasta Guandacol, la familia depende de la “bondad” de una empresa minera que los lleva en sus camionetas. La mujer estaba varada, el camino intransitable y de su familia no había noticias. En la municipalidad, le respondieron que “iban a esperar que la minera pasara la máquina”. La impresión que da Guandacol al recién llegado, es que la gente esta librada a su suerte y que las empresas mineras son dueñas y señoras, los amos del lugar. Antes de la proyección, la Asamblea de vecinos por la vida de Guandacol leyó un comunicado en el que denunciaban muchas cosas, entre las que estaba el drástico aumento de la prostitución, de chicas cada vez más chicas.
Como en todas las proyecciones de Cielo Abierto, la gente se sorprendió al ver a los funcionarios, a los políticos, y se identificó con los pobladores. No importó que el viento se llevara la pantalla en dos oportunidades (la proyección no se interrumpió y la gente siguió mirando la película que se proyectaba en un árbol, mientras cinco personas corrían a sostener la pantalla. La sostuvieron con sus manos los últimos 20 minutos) Al finalizar, se constató otra vez “el milagro” de las proyecciones accidentadas, la gente se abstrae de los inconvenientes y de alguna manera consigue ver la película como si nada hubiera pasado. Hubo emoción, algunas sorpresas y un pedido encarecido de programar una nueva proyección. El boca a boca está funcionando ahora. Los vecinos que se oponen a este tipo de minería estaban exultantes. Las nubes negras tapaban las luces en el cerro, la mujer de Las Cuevas sufría por su familia y una nueva creciente casi se lleva otra camioneta minera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una pena como arrasan con pueblos estas empresas mineras transnacionales..

Es hora de que la gente se informe, conozca y juntos planteen alternativas plebiscitarias para evitar estos despojos de la tierra, el aire y futuro de sus pobladores.

Un beso con tristeza.

Martín.